¿Por qué fracasamos al intentar perder peso?

Muchas personas inician dietas o tratamientos para adelgazar con ilusión, pero con el tiempo acaban abandonando o recuperando el peso perdido. ¿Por qué ocurre esto? ¿Es solo una cuestión de fuerza de voluntad? La respuesta es no. Existen múltiples factores (tanto físicos como psicológicos) que explican por qué perder peso y mantenerlo a largo plazo es un reto tan complicado.

Cuando la estética es el único objetivo

Para hablar de “fracaso” en la pérdida de peso, primero tendríamos que preguntarnos: ¿qué objetivo nos habíamos marcado? Si el único propósito es mejorar la imagen corporal o ajustarse a un ideal estético, es frecuente que el intento no funcione. ¿La razón? Se deja de lado lo más importante: los factores que realmente influyen en el sobrepeso y la obesidad. Las dificultades para adelgazar (y especialmente para mantener el peso perdido) no se deben simplemente a una falta de fuerza de voluntad. Existen múltiples razones que explican por qué este proceso es tan complejo.


Un entorno que no ayuda

Vivimos en lo que se conoce como un entorno obesogénico. Esto significa que nuestras rutinas diarias, la forma en la que comemos y nos movemos, e incluso la manera en que gestionamos el tiempo y el estrés, favorecen el aumento de peso. Alimentos ultraprocesados, horarios desorganizados, sedentarismo, publicidad engañosa o el consumo frecuente de alcohol son solo algunos ejemplos. Todo esto hace que cambiar de hábitos sea un verdadero desafío.


¿Y si el cuerpo se resiste?

Nuestro cuerpo, además, está preparado para resistirse a la pérdida de peso. Ante una dieta estricta, se activan mecanismos de defensa que reducen el gasto calórico en reposo. Es decir, quemamos menos energía incluso sin hacer nada. También cambian nuestras hormonas: disminuye la leptina (que da saciedad) y aumenta la grelina (que estimula el hambre). Esta combinación hace que sintamos más apetito justo cuando intentamos comer menos. Además, se ha descubierto que las células grasas no desaparecen al adelgazar, solo se encogen. Y lo que es más sorprendente: tienen memoria. Estudios recientes han demostrado que, una vez que hemos pasado por un periodo de obesidad, nuestro tejido graso conserva una especie de “huella” que lo predispone a recuperar el peso perdido. Esta es una de las razones por las que muchas personas vuelven a ganar peso incluso comiendo bien.


El papel del ejercicio y el músculo

Si la pérdida de peso se produce sin acompañarla de ejercicio físico, también podemos perder masa muscular. Esto es un problema, ya que el músculo es el tejido que más energía consume en reposo. Menos músculo significa un metabolismo más lento y una mayor facilidad para volver a acumular grasa.


Cuando la dieta se convierte en una amenaza

A todo esto, se suma un factor clave: la mente. Las dietas muy restrictivas pueden generar ansiedad, irritabilidad, pensamientos obsesivos sobre la comida y, en muchos casos, episodios de descontrol o atracones. Nuestro cerebro interpreta la dieta como una amenaza, lo que provoca un aumento del deseo de comer y una disminución de la motivación. Esta combinación, sumada al cansancio físico y emocional, hace que muchas personas abandonen el proceso antes de tiempo.


¿Qué podemos hacer?

Lo primero es entender que la pérdida de peso no debe ser rápida ni agresiva. Nuestro cuerpo necesita tiempo para adaptarse y nuestra mente también. No se trata solo de perder kilos, sino de mejorar la calidad de vida.

Es importante establecer objetivos realistas, progresivos y adaptados a cada persona. El número que aparece en la báscula no debe ser lo único que importe. También debemos valorar el descanso, la energía, el bienestar emocional y la relación con la comida.

En definitiva, fracasar al intentar perder peso no significa que hayas fallado. Significa que probablemente necesitabas otro enfoque. Y ese enfoque debe ser más amable, más informado y más respetuoso con tu cuerpo y tu historia. Con apoyo profesional, un equipo interdisciplinar, información rigurosa y objetivos bien planteados, es posible avanzar hacia una salud más sostenible y duradera.


Autora: Ainhoa Lezaun y Natalia Moreno
Psicóloga del Grado de Psicología de la UCJC y Coordinadora Responsable de la Unidad de Atención Psicológica de HM Hospitales

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