Cardiología y Psicología Positiva

Hay que tener claro que la función más importante de la psicocardiología es y será concienciar en todos los niveles de nuestra sociedad (y no solo entre los médicos y pacientes) que las enfermedades cardiacas son, en gran medida, el resultado de nuestro estilo de vida. España, podría tener la oportunidad de ser una referencia esperanzadora para trabajar en sociedad y prevenir enfermedades cardiovasculares si promovemos pautas de comportamiento cardioprotectores y disminuimos hábitos que puedan ser nocivas para nuestra salud.

En las últimas décadas, la importancia de factores psicológicos y de tipo ambiental en el desarrollo de la coronariopatía y en la prevalencia de vida de la persona coronaria ha ido ganando terreno, por lo menos desde algunas perspectivas teóricas de la enfermedad, pudiéndose explicar por un cambio de mirada en la relación entre medicina y salud. 

En este sentido, el estudio pionero sobre la incidencia de factores psicológicos de riesgo en enfermedades cardiovasculares fue la realizada en 1959 por dos cardiólogos, Friedman y Rosenman, concluyendo un patrón de comportamiento vinculado a los trastornos cardiovasculares, el patrón de conducta tipo A. Dicho patrón define a personas con rasgos competitivos, hostiles, cínicos, tono de voz alto, necesidad de control e indefensión (se refiere a la falta de capacidad para solventar proactivamente una situación desagradable, aun teniendo oportunidades reales para hacerlo), estando estas más predispuestas a sufrir enfermedades cardiovasculares, ya que presentan una respuesta autonómica al estrés. 

Años más tarde, a finales de la década de los 90, otros autores, Denollet y Brutsaert proponen un nuevo tipo de personalidad asociada a las cardiopatías: la personalidad tipo D, definida por la interacción de afectividad negativa y la inhibición social. La primera de ellas, la afectividad negativa, es definida como la tendencia estable de una persona a experimentar emociones negativas de forma prolongada en el tiempo y ante un mayor número de situaciones, presentando sentimientos de tensión, preocupación, o ira. Y la segunda, la inhibición social, sería la inhibición voluntaria de la expresión de las emociones. Por lo tanto, serían personas que tienden a evitar peligros derivados de la interacción social, puesto que anticipan respuestas negativas por parte del resto de las personas, por ejemplo, desaprobación. Por todo ello, la conducta oteada que sigue este patrón sería la de suprimir, reprimir y contener el estrés negativo, vinculado con la patología coronaria, haciendo así al organismo más vulnerable a la enfermedad.

Por otro lado, desde que Seligman (2000) reivindicó la psicología positiva, se ha observado cierto cambio de paradigma con el nacimiento de dos conceptos relevantes: la salud positiva y la salud cardiovascular.

En esta misma línea, ha emergido un nuevo constructo, la salud positiva cardiovascular. Labarthe, (2016) recalca que los factores vinculados a la psicología positiva como son el optimismo disposicional, potenciaría los mecanismos psicológicos y cognitivos que mejoran la salud cardiovascular, como, por ejemplo, seguir las directrices del médico, resolución de problemas de manera efectiva o tomar decisiones para prevenir eventos nocivos para la salud. Por lo tanto, las emociones positivas, pueden ayudar a amortiguar los efectos negativos del estrés y aumentar la búsqueda de la felicidad, teniendo estos un papel cardioprotector. Si esto es cierto, es posible que la intervención psicológica de rehabilitación cardiaca basadas en la psicología positiva pueda optimizar los resultados de las intervenciones tradicionales, ya que las emociones positivas y el mantenimiento de un propósito vital se relacionan con un aumento de la longevidad (Chida, 2008).

Como conclusión, los estudios sugieren que, para intentar prevenir problemas cardiovasculares sería necesario hacer una modificación de estilos conductuales (tabaco, dieta saludable, actividad física…), así como trabajar y tener estrategias psicológicas que nos permitan tener un mayor bienestar psicológico, y crear un mayor número de pensamientos y sentimientos positivos, como el sentido de la vida, el optimismo y la felicidad, con el objetivo de reducir los problemas cardiacos.

 

Autora: Carmen Donaire y Natalia Moreno

Psicóloga del Máster General Sanitario de Psicología UCJC y Coordinadora Responsable de la Unidad de Atención Psicológica Especializada de HM Hospitales

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