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Los efectos de la pandemia COVID-19 en los Trastornos de la Conducta Alimentaria

30/11/2020 11:00

Los cambios generados en nuestra forma de vida, producidos por la situación de pandemia actual, han afectado de forma significativa a las personas vulnerables; entre ellas aquellas que ya padecían algún tipo de trastorno de la alimentación o que podían estar predispuestas a desarrollarlo.

Los confinamientos a los que nos hemos visto avocados han provocado un importante aislamiento debido a la restricción drástica en las relaciones sociales y familiares así como de todo tipo de actividades al aire libre. Asimismo en el ámbito de la salud mental la pandemia ha tenido como efecto el distanciamiento de nuestros pacientes. Pese a que hemos realizado un gran esfuerzo para transformar nuestra práctica clínica en telemática flexibilizándo los medios de contacto (consultas vía telefónica o por videollamada, etc); la crisis que estamos viviendo ha llevado a interrumpir muchos tratamientos y terapias psicológicas (especialmente las grupales).


En nuestra experiencia hemos observado también un cierto incremento en la conflictiva familiar que atribuimos al significativo aumento en el tiempo que compartimos con nuestros convivientes así como a un estrechamiento del espacio en el que se ha desarrollado dicha convivencia. Todo lo cual por supuesto se añade a la situación de estrés e incertidumbre que estamos viviendo (dada la situación de salud pero también laboral y económica).


En este periodo también se ha visto incrementado significativamente el consumo de internet lo cual acarrea algunos riesgos. En particular en el ámbito de las redes sociales encontramos que se da valor especialmente a la imagen ideal (“el cuerpo perfecto”), y se ensalza un yo digital a menudo engañoso. La confrantación con estas imágenes ideales, aunque ilusorias en su mayoría, repercute en ocasiones gravemente en la autoestima y la aceptación del propio cuerpo e identidad.


En conclusión esta crisis ha afectado significativamente a muchas personas, produciendo un empeoramiento de patologías previas o desencadenando nuevos problemas. En ocasiones esta situación de angustia generalizada conlleva como consecuencia un empuje al acto, a modo de evasiva o escapatoria del propio malestar. Es así como nos explicamos el auge de las compras compulsivas o los atracones (“ingestas emocionales”) que en ocasiones van acompañados también de la restricción alimentaria o el ejercicio compulsivo a modo de compensación.


Sin embargo no todo es negativo, estamos observando en consultas de psiquiatria un aumento de la demanda de valoraciones, especialmente de familias de adolescentes que han detectado conductas anómalas con la alimentación. El aumento de la convivencia familiar podría generar un papel protector que facilitaría el diagnóstico precoz y permitiría mayor control externo ( supervisión de las ingestas y control de conductas compensatorias).


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