La presión arterial es uno de los indicadores más importantes de la salud cardiovascular, además de un factor clave para prevenir enfermedades graves, como infartos, accidentes cerebrovasculares o insuficiencia renal. Sin embargo, muchas personas desconocen qué significa exactamente este parámetro y cuáles son los valores normales según la edad.
¿Qué es la presión arterial y cómo funciona?
La presión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de las arterias mientras circula por nuestro cuerpo. Esta presión permite que los órganos y tejidos reciban oxígeno y nutrientes necesarios para su correcto funcionamiento.
La presión arterial se mide en milímetros de mercurio (mmHg) y se expresa mediante dos cifras:
- Presión sistólica: indica la fuerza de la sangre cuando el corazón late y expulsa sangre hacia las arterias.
- Presión diastólica: representa la presión cuando el corazón está en reposo entre latidos.
Por ejemplo, si se dice que una persona tiene una presión de 120/80 mmHg, 120 es la presión sistólica y 80 la diastólica. Mantener estos valores dentro de rangos normales es fundamental para que el corazón y los vasos sanguíneos trabajen sin sobrecarga.
¿Cuáles son los valores normales de presión arterial?
Los niveles de presión arterial pueden variar según la edad, el sexo, la actividad física o incluso el momento del día. Sin embargo, tal y como explica la Fundación Española del Corazón, existen rangos de referencia ampliamente aceptados:
- Presión arterial normal: sistólica 120–129 mmHg, diastólica 80–84 mmHg.
- Presión arterial normal-alta: sistólica 130–139 mmHg, diastólica 80–89 mmHg.
Cuando las cifras de presión arterial sobrepasan las cifras comprendidas en este rango de normalidad, se habla de hipertensión arterial, un trastorno que puede causar complicaciones graves si no se controla. Si bien es cierto, que como se ha comentado anteriormente, la presión arterial depende de diversos factores, por lo que es importante que estos rangos sean interpretados por un especialista.
¿Cómo varía la presión arterial según la edad?
La presión arterial no es un valor fijo que se mantenga igual a lo largo de la vida; cambia de manera natural, desde la infancia hasta la vejez, y es importante conocer estas variaciones para interpretar correctamente los valores y detectar posibles problemas.
En los bebés y los niños pequeños, la presión arterial es más baja que en los adultos. A medida que crecen, el sistema cardiovascular se fortalece y la presión aumenta progresivamente.
En la adolescencia (entre los 14 y los 19 años), los valores medios alcanzan aproximadamente 117/77 mmHg.
En adultos jóvenes y de mediana edad (entre los 20 y los 60 años), la presión arterial media se sitúa en torno a 120/80 mmHg. Sin embargo, a partir de los 40 años aumenta la incidencia de la hipertensión debido a cambios naturales en las arterias y factores relacionados con el estilo de vida, como la alimentación, el peso y la actividad física.
En personas mayores de 60 años, la presión arterial tiende a elevarse de forma más notable. Esto se debe a que las arterias se vuelven menos elásticas y la resistencia al flujo sanguíneo aumenta. Los valores medios en esta etapa pueden situarse en 140/90 mmHg, aunque actualmente se recomienda mantener la presión lo más cercana posible a los rangos normales, para reducir el riesgo de complicaciones cardiovasculares. Cada caso se debe evaluar individualmente, considerando la salud general, la presencia de enfermedades crónicas y la tolerancia del paciente.
Es importante destacar que la presión arterial sistólica suele aumentar con la edad más que la diastólica, especialmente en las mujeres tras la menopausia, lo que explica por qué en edades avanzadas es más frecuente la hipertensión sistólica aislada (sistólica alta con diastólica normal).
Además de la edad, otros factores como el peso corporal, la genética, la alimentación, la actividad física y el estrés también influyen en cómo evolucionan los valores de presión arterial a lo largo de la vida. Por ejemplo, un adulto de 50 años con sobrepeso y sedentarismo puede presentar cifras más elevadas que otra persona de la misma edad y sexo con hábitos saludables.

¿Cómo se mide la presión arterial?
La presión arterial se mide con un aparato llamado esfingomanómetro, popularmente conocido como tensiómetro. Existen dos métodos de medición principales:
- Método auscultatorio: manual, con un brazalete inflable y un estetoscopio. Se basa en los sonidos de Korotkoff que se escuchan al liberar la presión del brazalete.
- Método oscilométrico: automático, detecta las oscilaciones de la sangre mientras el brazalete se desinfla. Son los tensiómetros electrónicos de uso doméstico.
Es muy importante que los resultados de la medición reflejen la presión arterial real y no factores externos como el estrés momentáneo o la postura incorrecta. Por ello, la Sociedad Europea de Hipertensión ha elaborado una guía con recomendaciones para tomar la presión arterial, tanto en la consulta, como fuera de ella.
En el caso del paciente que controla su propia presión arterial, conviene seguir estas recomendaciones:
- Hacer la medición siempre a la misma hora del día.
- Estar en un ambiente tranquilo, con una temperatura adecuada (20-25º C).
- Reposar 5 minutos antes de la toma, sin haber comido, fumado o hecho ejercicio en los 30 minutos previos.
- Estar sentado, con la espalda apoyada, los brazos a la altura del corazón y sin cruzar las piernas.
- Realizar al menos dos mediciones separadas por dos minutos y registrar la media de ambas.
Factores que influyen en la presión arterial
La presión arterial está determinada por múltiples factores, algunos de ellos modificables y otros, no:
- Edad: la presión sistólica tiende a aumentar con la edad.
- Sexo: las mujeres suelen tener cifras ligeramente más bajas que los hombres hasta la menopausia, después de la cual pueden superar a los hombres.
- Genética: la hipertensión puede ser más frecuente en personas con antecedentes familiares.
- Peso y grasa abdominal: el sobrepeso y la obesidad elevan la presión arterial y el riesgo cardiovascular.
- Estilo de vida: tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, sedentarismo y dieta rica en sodio aumentan la presión arterial.
- Estrés y sueño insuficiente: la tensión crónica y la falta de descanso elevan la presión arterial.
- Embarazo y tratamientos hormonales: algunos anticonceptivos o terapias hormonales pueden incrementar ligeramente la presión.
Además, la hipertensión prolongada puede afectar a órganos vitales como el corazón, el cerebro, los riñones, los ojos y las arterias de las piernas, aumentando el riesgo de complicaciones graves, como infartos, accidentes cerebrovasculares o insuficiencia renal.

Prevención y consejos para mantener una presión arterial saludable
La mejor manera de mantener a raya la presión arterial y evitar complicaciones es mediante la prevención y la adopción de hábitos de vida saludables.
- Hábitos alimentarios
La alimentación tiene un papel fundamental en el control de la presión arterial. Una dieta rica en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y frutos secos aporta potasio, magnesio y fibra, nutrientes que ayudan a mantener una presión adecuada. Por el contrario, conviene moderar el consumo de sal (no más de 5 gramos al día) y de alimentos ultraprocesados, embutidos o precocinados, ya que suelen contener grandes cantidades de sodio.
También es recomendable priorizar las grasas saludables, como el aceite de oliva virgen extra o el pescado azul, y reducir el consumo de carnes rojas y azúcares añadidos.
Seguir el patrón de la dieta mediterránea es una de las estrategias más eficaces para mantener el sistema cardiovascular en buen estado.
- Peso y actividad física
Tener un peso corporal saludable reduce la carga sobre el corazón y los vasos sanguíneos. La práctica frecuente de ejercicio físico es igual de importante: se recomiendan al menos 150 minutos semanales de actividad aeróbica moderada, como caminar a paso ligero, nadar o montar en bicicleta, combinada con ejercicios de fuerza dos veces por semana.
- Consumo de alcohol y tabaco
El consumo excesivo de alcohol eleva la presión arterial y puede disminuir la eficacia de los tratamientos antihipertensivos. En cuanto al tabaco, provoca un aumento inmediato de la presión y daña las paredes de las arterias.
- Sueño y control del estrés
Dormir menos de siete horas por noche o tener un sueño de mala calidad se asocia con un mayor riesgo de hipertensión, mientras que el estrés crónico también puede elevar la presión arterial de forma sostenida. Practicar técnicas de relajación, respiración profunda, meditación o actividades placenteras contribuye a mantener la calma y reducir la tensión emocional.
- Medición y seguimiento
Controlar la presión arterial con frecuencia permite detectar cambios a tiempo y evaluar la eficacia de las medidas adoptadas. Es recomendable medirla siempre a la misma hora, en reposo y con un tensiómetro validado, así como registrar los valores en un cuaderno o aplicación móvil para tener una visión global de la evolución.
- Control de otros factores de riesgo
La hipertensión rara vez aparece sola. El control del colesterol, la glucosa en sangre y la función renal es esencial para reducir el riesgo cardiovascular.
- Adherencia al tratamiento
Tomar la medicación sin saltarse dosis ni modificar el tratamiento por cuenta propia mejora el control de la presión arterial a largo plazo.
- Pequeños cambios, grandes resultados
La hipertensión no se controla de un día para otro, pero pequeñas mejoras mantenidas en el tiempo pueden tener un impacto significativo. Reducir la sal, caminar cada día, dormir mejor o dejar de fumar son pasos simples que mejoran enormemente la salud cardiovascular.
Cuándo acudir al médico
Es importante consultar con un profesional sanitario si las cifras de presión arterial superan los 140/90 mmHg de manera persistente o si se presentan síntomas como dolor de cabeza intenso, visión borrosa, mareos o dificultad para respirar. También deben someterse a revisiones periódicas las personas con antecedentes familiares de hipertensión o enfermedades cardiovasculares.
