El hepatocarcinoma, también conocido como carcinoma hepatocelular (CHC), es el tumor maligno primario más común en este órgano. Este tipo de cáncer se origina en las células principales del hígado, llamadas hepatocitos.
El hígado es un órgano vital con muchas funciones, como filtrar toxinas de la sangre y producir bilis para la digestión. El CHC se produce cuando las células del hígado desarrollan mutaciones en su ADN, lo que lleva a un crecimiento descontrolado y a la formación de un tumor. Este tipo de cáncer puede afectar gravemente la salud, ya que interfiere con las funciones normales del hígado y puede diseminarse a otras partes del cuerpo.
Síntomas del hepatocarcinoma
La detección temprana del hepatocarcinoma puede ser un desafío, ya que a menudo no presenta síntomas perceptibles en sus etapas iniciales. Sin embargo, a medida que avanza la enfermedad, ciertos signos pueden indicar la presencia de un problema. Es crucial estar atento a estos síntomas y buscar atención médica si se experimenta alguno de ellos. Los síntomas comunes incluyen:
Pérdida de peso sin razón aparente.
Debilidad y fatiga.
Coloración amarillenta de la piel y los ojos (ictericia).
Ascitis (acumulación de líquido en el abdomen).
Hinchazón abdominal.
Náuseas y vómitos.
Heces de color claro.
En ocasiones puede dar dolor abdominal
Es importante recordar que estos síntomas también pueden ser causados por otras afecciones. Si experimenta alguno de estos síntomas, es fundamental consultar a un médico para obtener un diagnóstico preciso.
Clasificación del hepatocarcinoma
La clasificación del hepatocarcinoma es un proceso complejo que implica evaluar varios factores para determinar la extensión y agresividad del cáncer. Esta clasificación es fundamental para guiar las decisiones de tratamiento y predecir el pronóstico del paciente. A continuación, se describen algunos de los sistemas de clasificación más utilizados:
Clasificación de Child-Pugh: evalúa la función hepática en pacientes con cirrosis. Se basa en cinco factores: bilirrubina, albúmina, ascitis, encefalopatía y tiempo de protrombina. Los pacientes se clasifican en clase A (bien compensado), clase B (compromiso funcional significativo) o clase C (descompensado).
Sistema de estadificación de Barcelona (BCLC): combina factores como el tamaño del tumor, la función hepática y el estado general del paciente para guiar las decisiones de tratamiento. Este sistema clasifica a los pacientes en cinco estadios: 0 (muy temprano), A (temprano), B (intermedio), C (avanzado) y D (terminal).
Estadio TNM: este sistema clasifica el cáncer según el tamaño del tumor (T), la afectación de los ganglios linfáticos (N) y la presencia de metástasis (M). Ésta última es menos utilizada que la BCLC.
Causas del hepatocarcinoma
A pesar de los avances en la investigación, las causas exactas del hepatocarcinoma aún no se comprenden completamente. Sin embargo, se han identificado varios factores que pueden aumentar el riesgo de desarrollar esta enfermedad. En muchos casos, el CHC se desarrolla en hígados ya dañados por otras enfermedades, como la cirrosis. La cirrosis es una cicatrización del hígado que puede ser causada por:
Infección crónica por el virus de la hepatitis B (VHB) o el virus de la hepatitis C (VHC).
Consumo excesivo de alcohol.
Enfermedad del hígado graso no alcohólica (EHGNA).
Hemocromatosis (acumulación de hierro en el hígado).
Si no se trata, el hepatocarcinoma puede provocar diversas complicaciones que afectan la salud y la calidad de vida de los pacientes. Es importante buscar consejo médico si se sospecha la enfermedad para evitar complicaciones a corto y largo plazo. Las complicaciones comunes incluyen:
Diseminación del cáncer: el CHC puede extenderse a otras partes del cuerpo, como los pulmones, los huesos y los ganglios linfáticos.
Insuficiencia hepática: a medida que el cáncer daña el hígado, este puede dejar de funcionar correctamente.
Sangrado: el CHC puede causar sangrado interno, especialmente en el esófago o el estómago.
Dolor: el cáncer puede causar dolor abdominal intenso.
Ascitis: acumulación de líquido en el abdomen.
Diagnóstico del hepatocarcinoma
Un diagnóstico preciso y temprano es esencial para un tratamiento efectivo del hepatocarcinoma. El proceso de diagnóstico generalmente incluye una combinación de exámenes físicos, análisis de sangre y pruebas de imagen. Es importante destacar que el diagnóstico debe ser realizado por un profesional médico cualificado. Los métodos y procedimientos de diagnóstico comunes incluyen:
Examen físico: el médico palpará el abdomen para detectar cualquier anomalía en el hígado.
Análisis de sangre: se pueden realizar análisis para evaluar la función hepática y buscar marcadores tumorales, como la alfafetoproteína (AFP). La AFP es una proteína producida por el hígado que puede estar elevada en pacientes con hepatocarcinoma. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la AFP también puede estar elevada en otras afecciones, por lo que no es un marcador específico del CHC.
Ecografía abdominal: permite visualizar el hígado y detectar tumores. La ecografía es una prueba no invasiva que utiliza ondas sonoras para crear imágenes del hígado.
Tomografía computarizada (TC): proporciona imágenes detalladas del hígado y otros órganos. La TC utiliza rayos X para crear imágenes transversales del cuerpo.
Resonancia magnética (RM): ofrece imágenes de alta resolución del hígado. La RM utiliza imanes y ondas de radio para crear imágenes del cuerpo.
Biopsia hepática: se extrae una muestra de tejido hepático para examinarla al microscopio. La biopsia hepática es el método más preciso para confirmar el diagnóstico de hepatocarcinoma.
Tratamiento del hepatocarcinoma
El tratamiento del hepatocarcinoma se individualiza según la etapa del cáncer, la función hepática y el estado general de salud del paciente. Un enfoque multidisciplinar, que involucra a hepatólogos, oncólogos médicos, oncólogos radioterápicos, cirujanos y radiólogos intervencionistas, es esencial para un tratamiento integral y personalizado. Las opciones de tratamiento incluyen:
Cirugía: es una opción si el tumor es pequeño y está localizado en el hígado, pudiendo realizarse una resección hepática, que consiste en la extirpación quirúrgica de la parte del hígado que contiene el tumor, o un trasplante de hígado, que consiste en el reemplazo del hígado enfermo por un hígado sano de un donante, pudiendo ser una opción para pacientes con cirrosis y hepatocarcinoma en etapa temprana. En HM Hospitales, contamos con cirujanos expertos en cirugía hepática.
Terapias dirigidas: fármacos que atacan las células cancerosas sin dañar las células sanas. Estos fármacos pueden bloquear el crecimiento y la diseminación del cáncer.
Inmunoterapia: medicamentos que ayudan al sistema inmunitario a combatir el cáncer. La inmunoterapia puede estimular el sistema inmunitario para que ataque las células cancerosas.
Radioterapia: uso de radiación de alta energía para destruir las células cancerosas. La radioterapia se puede administrar externa o internamente.
Terapias locales: estas terapias se dirigen directamente al tumor. Dentro de estas se encuentra la ablación por radiofrecuencia, que consiste en el uso de calor para destruir las células cancerosas y la quimioembolización transarterial (TACE), donde se administran fármacos quimioterapéuticos directamente en el tumor a través de un catéter.
En HM Hospitales, un equipo multidisciplinar de especialistas trabaja en conjunto para proporcionar un tratamiento integral y personalizado para cada paciente con hepatocarcinoma. Este equipo puede incluir hepatólogos, oncólogos médicos, oncólogos radioterápicos, cirujanos y radiólogos intervencionistas.
Recuerda que este artículo tiene un fin informativo y no sustituye la valoración médica profesional. Si sospechas que tienes hepatocarcinoma, consulta con un especialista para obtener un diagnóstico preciso y un plan de tratamiento adecuado a tus necesidades.
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