Las cefaleas, comúnmente conocidas como dolores de cabeza, son una experiencia sensorial de dolor o molestia en la cabeza. Este dolor puede manifestarse como una presión, opresión, punzadas o latidos, y puede localizarse en diferentes áreas de la cabeza, como la frente, las sienes, la parte posterior de la cabeza o incluso irradiarse al cuello y los hombros.
Las cefaleas pueden ser episódicas, ocurriendo ocasionalmente, o crónicas, persistiendo durante largos períodos. Su impacto en la calidad de vida puede ser significativo, desde leves molestias hasta una discapacidad severa, limitando las actividades diarias, afectando el sueño, el estado de ánimo y el bienestar general.
Las cefaleas pueden ser primarias, cuando el dolor de cabeza es la condición principal, o secundarias, cuando son un síntoma de otra afección médica subyacente.
Síntomas de la cefalea
Los síntomas de la cefalea pueden variar ampliamente según el tipo y la causa. La intensidad del dolor también puede variar desde leve a grave. Es crucial recordar que la experiencia de cada persona con la cefalea es única. Entre los síntomas más comunes destacan:
Dolor de cabeza:
el síntoma principal de la cefalea es el dolor en la cabeza, que puede describirse como pulsátil, opresivo, agudo, sordo o una combinación de estos. La ubicación del dolor también puede variar, afectando la frente, las sienes, la parte posterior de la cabeza, el cuello o toda la cabeza.
Presión o tensión en la cabeza:
algunas personas experimentan una sensación de presión o tensión en la cabeza en lugar de un dolor agudo. Esta sensación puede ser leve o intensa.
Sensibilidad a la luz, al sonido o a los olores (fotofobia, fonofobia, osmofobia):
muchas personas con cefalea experimentan una mayor sensibilidad a la luz, al sonido o a los olores. Estos estímulos pueden empeorar el dolor de cabeza.
Náuseas y vómitos:
son síntomas comunes de la migraña, pero también pueden ocurrir con otros tipos de cefalea, especialmente si el dolor es intenso.
Visión borrosa:
puede ser un síntoma de migraña con aura.
Aura:
es un conjunto de síntomas neurológicos que pueden preceder o acompañar a una migraña. El aura visual es el tipo más común e incluye destellos de luz, puntos ciegos o líneas en zigzag. También puede haber aura sensorial, que incluye entumecimiento u hormigueo en la cara o las extremidades.
Clasificación de la cefalea
La Clasificación Internacional de Cefaleas (ICHD-3) es el sistema más utilizado para clasificar las cefaleas. Divide las cefaleas en tres categorías principales:
Cefaleas primarias: son aquellas en las que el dolor de cabeza en sí es la enfermedad principal, no un síntoma de otra afección. Dentro de estas se incluyen la migraña, cefalea tensional, cefalea en racimos, hemicránea paroxística y otras cefaleas primarias.
Cefaleas secundarias: son dolores de cabeza causados por otra afección médica subyacente. Algunos ejemplos incluyen cefalea atribuida a traumatismo craneal o cervical, cefalea atribuida a trastorno vascular craneal o cervical, cefalea atribuida a trastorno intracraneal no vascular, cefalea atribuida a una sustancia o a su supresión, cefalea atribuida a infección, cefalea atribuida a trastorno de la homeostasis, cefalea o dolor facial atribuido a trastorno del cráneo, del cuello, de los ojos, de los oídos, de la nariz, de los senos paranasales, de los dientes, de la boca o de otras estructuras faciales o craneales, cefalea atribuida a trastorno psiquiátrico.
Neuralgias craneales y dolores faciales centrales y primarios: afectan los nervios craneales, que son los nervios que salen directamente del cerebro. Algunos ejemplos incluyen neuralgia del trigémino, neuralgia glosofaríngea y otras neuralgias craneales.
Causas de la cefalea
Las causas de la cefalea pueden ser diversas y varían según el tipo. Es importante diferenciar entre las cefaleas primarias, donde el dolor de cabeza es la condición principal, y las cefaleas secundarias, donde el dolor de cabeza es un síntoma de otra enfermedad subyacente. A continuación, se detallan las causas de las principales cefaleas primarias:
Migraña: se cree que la migraña es causada por una combinación de factores genéticos y ambientales. Se piensa que la actividad eléctrica anormal en el cerebro y la liberación de sustancias químicas inflamatorias juegan un papel importante. Los cambios en los vasos sanguíneos del cerebro también pueden contribuir al dolor.
Cefalea tensional: la causa exacta de la cefalea tensional no se conoce completamente, pero se cree que está relacionada con la tensión muscular en la cabeza, el cuello y los hombros. El estrés, la mala postura y la ansiedad pueden contribuir a esta tensión muscular.
Cefaleas trigémino-autonómicas: este tipo de cefaleas se asocian con la activación del nervio trigémino, que es un nervio craneal que transmite la sensación de la cara a la cabeza y del hipotálamo. La activación del sistema nervioso autónomo también juega un papel en esto. La más frecuente en este grupo es la cefalea en racimos.
Por otro lado, las cefaleas secundarias son causadas por una variedad de afecciones médicas subyacentes, como infecciones, lesiones en la cabeza, tumores cerebrales, problemas de los vasos sanguíneos, consumo o abstinencia de ciertas sustancias, e incluso problemas dentales.
Diversos factores pueden aumentar el riesgo de padecer cefaleas. Algunos son modificables, lo que significa que se pueden cambiar, mientras que otros no lo son.
Factores de riesgo no modificables:
Genética: las personas con antecedentes familiares de cefaleas, especialmente migraña, tienen un mayor riesgo. Algunos genes específicos se han asociado con un mayor riesgo de migraña.
Sexo: las mujeres tienen tres veces más probabilidades de sufrir migrañas que los hombres, probablemente debido a las fluctuaciones hormonales.
Edad: algunas cefaleas son más comunes en ciertos grupos de edad. Por ejemplo, la migraña suele comenzar en la adolescencia o en la edad adulta temprana, mientras que la cefalea tensional es más común en la edad adulta.
Factores de riesgo modificables:
Estrés: el estrés es un desencadenante común de la cefalea tensional y la migraña. Aprender a manejar el estrés a través de técnicas de relajación, como el yoga o la meditación, puede ayudar a reducir la frecuencia de las cefaleas.
Falta de sueño: la falta de sueño o los cambios en los patrones de sueño pueden desencadenar cefaleas. Mantener un horario regular de sueño y dormir lo suficiente puede ser beneficioso.
Alimentación: ciertos alimentos y bebidas, como el chocolate, el queso curado, el vino tinto, los alimentos procesados y los aditivos alimentarios, pueden desencadenar migrañas en algunas personas.
Deshidratación: la deshidratación puede desencadenar cefaleas. Beber suficiente agua a lo largo del día es importante para mantenerse hidratado y prevenir las cefaleas.
Tabaquismo: fumar puede desencadenar cefaleas en racimos y empeorar otros tipos de cefalea. Dejar de fumar puede ser beneficioso para reducir la frecuencia y la gravedad de las cefaleas.
Consumo excesivo de alcohol o cafeína: el consumo excesivo de alcohol puede desencadenar cefaleas en racimos. El consumo excesivo de cafeína puede causar cefaleas por abstinencia cuando se reduce o se suspende su consumo. Moderar el consumo de alcohol y cafeína puede ayudar a prevenir las cefaleas.
Medicamentos: algunos medicamentos, como los anticonceptivos orales y la terapia hormonal, pueden aumentar el riesgo de migraña. Hablar con tu médico sobre los posibles efectos secundarios de sus medicamentos es importante.
Complicaciones de la cefalea
La mayoría de las cefaleas no causan complicaciones graves. Sin embargo, algunas cefaleas pueden ser un signo de una afección médica subyacente grave, como un accidente cerebrovascular, una meningitis o un tumor cerebral.
Las cefaleas crónicas, como la migraña crónica o la cefalea tensional crónica, pueden afectar significativamente la calidad de vida, provocando discapacidad, depresión y ansiedad.
El uso excesivo de analgésicos para tratar las cefaleas puede provocar cefaleas por abuso de medicamentos, un tipo de cefalea secundaria que empeora con el uso continuado de analgésicos.
Es fundamental buscar atención médica si experimenta dolores de cabeza repentinos, severos o inusuales, cambios en el patrón de sus dolores de cabeza, dolores de cabeza acompañados de fiebre, rigidez en el cuello, convulsiones, cambios en la visión, debilidad o entumecimiento.
Diagnóstico de las cefaleas
El diagnóstico preciso de las cefaleas es crucial para determinar el tipo de cefalea, identificar cualquier causa subyacente y establecer el plan de tratamiento adecuado. El proceso de diagnóstico de la cefalea generalmente implica:
Historia clínica detallada: el médico le preguntará sobre sus síntomas, la frecuencia, la intensidad, la duración y los desencadenantes de sus cefaleas. También se le preguntará sobre los antecedentes médicos y familiares.
Examen físico y neurológico: el médico realizará un examen físico completo, incluyendo la medición de la presión arterial, la auscultación del corazón y los pulmones, y la palpación del cuello y la cabeza. También realizará un examen neurológico para evaluar la función de los nervios craneales, la fuerza muscular, la coordinación, los reflejos y la sensibilidad.
Pruebas de diagnóstico por imagen: en algunos casos, pueden ser necesarias pruebas de diagnóstico por imagen, como una resonancia magnética (RM) o una tomografía computarizada (TC), para descartar otras afecciones que puedan estar causando sus cefaleas. Estas pruebas pueden ayudar a visualizar las estructuras del cerebro y detectar anomalías. También puede realizarse una angiografía por resonancia magnética (ARM), un tipo especial de RM que se centra en los vasos sanguíneos del cerebro. Es útil para detectar aneurismas, malformaciones arteriovenosas y otros problemas vasculares.
Análisis de sangre: pueden ayudar a descartar infecciones u otras afecciones médicas que puedan estar contribuyendo a sus cefaleas.
Punción lumbar: en raras ocasiones, se puede realizar una punción lumbar para analizar el líquido cefalorraquídeo y descartar infecciones o hemorragias.
Tratamiento de las cefaleas
El tratamiento para las cefaleas se basa en el diagnóstico, la frecuencia, la gravedad y el impacto de las cefaleas en su vida diaria. El objetivo del tratamiento es aliviar el dolor, reducir la frecuencia y la duración de las cefaleas, y mejorar su calidad de vida. Las opciones de tratamiento incluyen:
Tratamientos no farmacológicos: son una parte importante del manejo de las cefaleas, especialmente para la prevención y el manejo a largo plazo. Estos enfoques se centran en cambios en el estilo de vida, terapias físicas y psicológicas, y técnicas alternativas. Identificar y evitar los desencadenantes de las cefaleas, como el estrés, la falta de sueño, la deshidratación, el alcohol, la cafeína y ciertos alimentos, es fundamental. Mantener un horario regular de comidas y sueño, realizar ejercicio regularmente y mejorar la postura también puede contribuir a la reducción de la frecuencia e intensidad de las cefaleas. Además, la terapia física, que incluye ejercicios de estiramiento y fortalecimiento para los músculos del cuello y los hombros, terapia manual, técnicas de movilización, masaje, ultrasonido, TENS (estimulación nerviosa eléctrica transcutánea) y educación postural, puede ser especialmente útil para las cefaleas tensionales y cervicogénicas. Igualmente, las terapias psicológicas, como la terapia cognitivo-conductual (TCC), el biofeedback, la terapia de relajación y el manejo del estrés, pueden ayudar a controlar los factores psicológicos que contribuyen a las cefaleas. La acupuntura, la inserción de agujas finas en puntos específicos del cuerpo, también se ha utilizado con cierto éxito en el tratamiento de algunos tipos de cefaleas, como la migraña y la cefalea tensional.
Fármacos: los tratamientos farmacológicos se utilizan para aliviar el dolor agudo de las cefaleas y para prevenir futuras cefaleas. Para las cefaleas leves a moderadas, los analgésicos de venta libre como el paracetamol, ibuprofeno, naproxeno y aspirina pueden ser efectivos. Es crucial seguir las instrucciones de dosificación y no exceder la dosis recomendada. Los AINEsS (antiinflamatorios no esteroideos), como el ibuprofeno, naproxeno, diclofenaco y ketoprofeno, pueden ser más efectivos que los analgésicos simples para las cefaleas que involucran inflamación, como la migraña. También se pueden usar en combinación con otros medicamentos. Para las migrañas, los triptanes (sumatriptán, rizatriptán, eletriptán, zolmitriptán, almotriptán, frovatriptán, naratriptán) son medicamentos específicos que actúan contrayendo los vasos sanguíneos y bloqueando las vías del dolor en el cerebro. Están disponibles en diferentes presentaciones. Los ergotamínicos son otra clase de medicamentos para la migraña, pero suelen ser menos efectivos que los triptanes y tienen más efectos secundarios. Los antieméticos, como la metoclopramida y la domperidona, pueden ayudar a aliviar las náuseas y los vómitos asociados con las migrañas.
Para la prevención de cefaleas frecuentes o severas, se utilizan medicamentos preventivos como los betabloqueantes (propranolol, metoprolol), antidepresivos (amitriptilina, nortriptilina), anticonvulsivos (topiramato, valproato) y antagonistas del CGRP (erenumab, fremanezumab, galcanezumab).
Otros tratamientos: además de los tratamientos anteriormente mencionados, existen otras opciones terapéuticas para las cefaleas, especialmente para casos crónicos o resistentes a otros tratamientos. Las inyecciones de toxina botulínica (Botox) se han mostrado eficaces en el tratamiento de la migraña crónica, reduciendo la frecuencia e intensidad de los ataques. La estimulación nerviosa occipital, que implica la implantación de un pequeño dispositivo que envía impulsos eléctricos al nervio occipital en la base del cráneo, puede ser una opción para algunos pacientes con cefaleas crónicas. La estimulación magnética transcraneal repetitiva (EMTr), que utiliza pulsos magnéticos para estimular ciertas áreas del cerebro, también se está investigando como un posible tratamiento para las cefaleas.
Cirugía: en casos muy raros, la cirugía puede ser necesaria para tratar las cefaleas causadas por una afección médica subyacente. Estas afecciones pueden incluir tumores cerebrales, aneurismas, malformaciones arteriovenosas o hidrocefalia. Los procedimientos quirúrgicos pueden variar dependiendo de la causa subyacente de las cefaleas, pero generalmente implican la extirpación del tumor, la reparación del aneurisma o la colocación de una derivación para drenar el exceso de líquido cefalorraquídeo. La cirugía para las cefaleas es poco frecuente y sólo se considera cuando otros tratamientos han fallado y la causa subyacente es tratable quirúrgicamente.
Recuerda que este artículo tiene un fin informativo y no sustituye la valoración médica profesional. Si sospechas que tienes cefalea, consulta con un especialista para obtener un diagnóstico preciso y un plan de tratamiento adecuado a tus necesidades.
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