Una vez conseguido el esqueleto digital, el sistema de railes que tiene que interconectar todo nuestro sistema de salud, es el paciente, quien debe decidir a quien da acceso y cuándo.
Eso sí, los datos anonimizados deben estar a disposición de las autoridades científicas para su análisis por medio de herramientas digitales (IA, maching learning, etc) para contribuir al seguimiento y la mejora de la calidad de la Salud de las personas. La gestión del dato es el gran avance médico del siglo XXI y lo que puede ayudar a tener un sistema sanitario más justo y equitativo. Mi dato te puede salvar a ti y el tuyo a mi.
A los efectos de que el sistema sea solvente y sostenible, resulta imprescindible, medir y controlar la actividad sanitaria a través de resultados sanitarios y de coste. Si no se mide no se sabe. Y estos resultados deben ser públicos.
Sociedades científicas, profesionales, economistas de la salud y asociaciones de pacientes deben definir y concretar los indicadores por proceso que definan que tratamientos se pueden hacer y dónde, en función de criterios sanitarios y de posibilidades económicas, no criterios políticos.
Refundar un sistema transparente es la mejor forma de garantizar su competencia y la confianza de los usuarios.